30 de noviembre de 2020

En caída libre. Capitulo 4: Sin Motivos.

Capitulo 1: El mundo según Eva
Capitulo 2: El mundo según Juan
Capitulo 3: El encuentro

Eva, no lograba entender el motivo que la llevó a tomar esa decisión. Por que no había sólo un motivo, eran varios, y ninguno al mismo tiempo. Sentía que su vida no tenia sentido, que hacía rato que lo había perdido. Sentía que estaba sola pero no era eso lo que le molestaba en sí, sino que no podía ser libre en su soledad. Y que no había otra salida para escapar.

Nicolás la había engañado, pero no era el engaño el motivo, ni Nicolás. Hacía tiempo que sabía que su relación no era más la de antes. Habían seguido juntos por costumbre pero no había amor ni cariño más en la relación. Cuándo perdió a sus padres Nicolás fue  quién la mantuvo a flote, o al menos eso es lo que el siempre se encargó de asegurarle. Gracias a él tenía el trabajo en la empresa de su familia, gracias a él tenia dónde vivir, gracias a él era una persona. Cada año que pasaba se hacía más fuerte esa creencia, de que ella sin él no era nada. Y el no evitaba discusión para mostrárselo. La había alejado de su grupo de amigos de la universidad por sus celos obsesivos, y ahora era él quién la engañaba.

Pensó que huir era su única salida, pero ya había intentado irse varias veces de esa relación, pero él siempre encontraba la forma de retenerla. Tenia que seguir trabajando en una empresa que no le gustaba ni le interesaba, las veces que había encontrado una oportunidad laboral había sido tildada de oportunista y desagradecida. Tenia que seguir durmiendo al lado de una persona que hacia todo lo posible por hacerla sentir mal, y cada palabra que le decía hasta los halagos eran un insulto o una forma de desmerecerla.  

- Al final viste que cuando querés podes. Le decía Nicolás para decirle que había hecho algo bien, como si fuese una cuestión de "ganas" cuando algo no le salía, que no hacía lo suficiente. Siempre pensando lo peor de ella.

Sus planes habían fallado, seguía respirando, el hombre de la azotea sabía lo que había pasado y tal vez se lo diría a alguien, y Nicolás volvería a decir como tantas veces la vergüenza que era para él. Una inmensa angustia la ahogo, ya ni lágrimas le quedaban. No tenía forma de huir de la situación, sentía que era un callejón sin salida.

Juan, quedó inmóvil por unos minutos en la azotea, sabía que no iba a poder trabajar tranquilo sin asegurarse que Eva este bien, debía buscarla, tenía que lograr conectar con ella, por que en las milésimas de segundo que sus cuerpos se tocaron sintió esa conexión como nunca antes lo había sentido. Por que la amaba, sin saber si la podía amar, pero ya lo hacía.

Pensó ir piso, por piso a buscarla, en algún lugar la iba a encontrar, en algún piso iban a saber de ella. Pero también pensó que si preguntaba por ella podía causarle más problemas que solución. Así que decidió lo que mejor podía hacer en este contexto, comenzar su trabajo piso por piso, ventana por ventana y tratar de ver si en algún momento la veía.

Pasaron varios minutos de realizar su tarea, iba limpiando como todos los lunes, pero prestando atención a quién estaba en cada oficina, nunca se había detenido a pensar en ello, para él lo interesante de su trabajo era la vista para afuera, no justamente la de adentro. Es más siempre pensaba en la pobre gente que trabaja en estos edificios que no hacían otra cosa más que ver hacía adentro de sus pantallas en vez de hacia fuera de sus ventanas. 

Estaba, ya casi desanimado, había ya llegado casi a la mitad del edificio, y no encontraba más que oficinas con gente gris ensimismada en su tarea. Comenzó a dudar si la estrategia era la adecuada, que quizás la mujer se había ido del edificio, o no estaba en una oficina con ventana. Ya no quedaba casi luz para la esperanza cuando la vio, en sí reconoció su roja cabellera, estaba en una silla sentada, de espaldas a la ventana, sola en una pequeña oficina. 

Juan pensó cuantas veces había limpiado esa ventana, y no se había percatado de la belleza que escondía. Entonces ahí descubrió que no tenia segunda parte para su plan, que se había propuesto encontrarla, pero no había pensado que iba hacer luego. Sin pensarlo enjabonó gran parte de la ventana, y escribió "Sos fuerte". Golpeó la ventana. Vio cómo Eva se dio vuelta, y se quedó mirando atónita la ventana sin comprender.

Eva al darse vuelta vio que había escrito algo en la ventana, era Juan, era el morocho que la había salvado, pero no entendía el mensaje, por que estaba puesto del lado de afuera las letras estaban invertidas. Su cara debió trasmitir el problema a Juan, por que este pronto borro el mensaje y escribió con alguna dificultad el mensaje pero ahora de forma correcta para que  ella lo logre entender. Ella lo leyó, y sintió la misma sensación que cuando era pequeña y la mamá le iba a cubrir todas las noches con su manta preferida. Sin pensar, ni poder reaccionar de otra forma, sonrió con sus ojos casi tan rojos como su pelo.

Juan sintió que con esa sonrisa había conquistado el mundo, limpió el mensaje, dejó la ventana tan limpia y reluciente como siempre, y le dio una última mirada, le guiño un ojo, y siguió bajando. Sintió que había logrado su misión, que más tiempo hubiese sido una invasión.

Eva se quedó mirando la situación como si fuese un espectador externo, vio como este Ángel la había salvado en la azotea y  también abajo en su oficina , y le había aportado luz a tanta oscuridad. Le brindó lo que más necesitaba: confianza para seguir.

3 comentarios:

  1. Un limpiador de libros salvando a una mujer del suicidio. Me gusta esa idea.

    Nicolás tuvo algo que ver, tal vez mucho, con su actitud opresiva, descalificante, con Eva.

    Juan se está portando bien con Eva.

    Bien contado.

    Besos.

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  2. Anónimo9:24 p.m.

    Gracias Demiurgo y Alexander... tengo más escrito pero aún no decido dejarlo salir a la luz... son procesos

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