25 de septiembre de 2005

El Encuentro

Concordamos el lugar, la hora, el día. Con pocas palabras, cuado se trabaja con culpa estas no son recomendables.
Estoy ahí, viendo los cambios del paisaje desde la ventanilla del tren. Y trato de no pensar para evitar arrepentimientos; ya las mentiras fueron dichas, las excusas fueron puestas.
Te reconozco, aún no para el tren y te veo, ahí estas parado con tu "cara de nervios" (debo tener la misma cara yo) y me ves. Y experimentamos nuestra primera unión, la más fuerte, la primera… aquella en la cual nuestros ojos se abrazan y se desean. Por que los dos sabemos que lo que nos une no es tanto amor, como si deseo.
Te subís, no se si tanto por que yo no me bajo, o por que realmente queres escaparte conmigo, lejos, donde no nos reconozcan, donde las culpas y remordimientos no nos alcancen. Pero realmente sabemos que ese lugar no existe, que toda huida será en vana.
Llega nuestra segunda unión, no menos fuerte, no menos importante. Aparece nuestro primer gesto; vos una sonrisa, y yo me muerdo el labio, por que se que es tu debilidad y ya no quiero perdonarte nada. Quiero que me desees como yo a vos.
Y noto tus ojos que se iluminan, y noto como te gusto, y eso me hace sentir más segura, deseada. Las dudas se dispersan y solo pienso en cumplir tantas promesas dichas, tantos planes, tantas ambiciones.
Pronuncias tus primeras palabras, las cuales no recuerdo, solo recuerdo que me causaron gracia y asentí con la cabeza, por que cualquier palabra que emitiera seria un insulto para tu hermosa voz. Aunque se que te hubiese gustado oír mi voz pero habría tiempo, no mucho, los dos lo sabíamos.
Se abrió la puerta, me agarraste fuerte y firme, la primera vez que sentí tu cuerpo. Todo parecía un sueño solo las gotas de lluvia me hicieron dar cuenta no lo era, que realmente se había cumplido tantas promesas, tantos anhelos.
Corrimos, para encontrar refugio, pero realmente no lo necesitaba, al menos yo me sentía protegida entre tus brazos. Y ahí debajo de ese techito, todos mojados, riéndonos sin razón ahí nos quedamos mirándonos como si fuese la despedida. Y fue ahí donde el primer beso aparece, mágico y suave. Sentir tus labios, morder despacito el tuyo como sé que te gusta.
Nada me importaba, ya no pensaba en las mentiras y engaños. Solo sabía que me gustaban tus besos, y te lo dije con un susurro en tu oído y sentí como te estremeciste.
Las miradas decían todo, no había mucho que agregar, solo besos de los suaves, de los dulces intercalados con susurros, caricias y suspiros.
Continurá...

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